UN ENCLAVE INDISCUTIBLEMENTE APROPIADO

A pesar de unos primeros asentamientos desde la Edad del Hierro, es en el siglo VIII cuando consta la primera mención histórica de Miranda de Ebro.

Más tarde, en 1099, el rey Alfonso VI concedió a la villa un importante fuero y dos siglos después el comercio de la localidad adquirió gran notoriedad tras la concesión de las ferias. Notoriedad que fue incrementándose sin cesar durante los siglos posteriores.

Sin embargo, sería la llegada del ferrocarril a la villa en 1862 lo que marcaría un punto de inflexión en el desarrollo local y en el de la economía de toda la zona. No en vano, con la inauguración de la línea Tudela-Bilbao y de la línea Madrid-Irún, en la segunda mitad del siglo XIX, Miranda de Ebro pasaría a ser uno de los mayores enclaves ferroviarios de España y, desde luego el más importante de su mitad septentrional.

Ese protagonismo se vería todavía mucho más reforzado con la absorción que la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España haría de la Compañía del Ferrocarril de Tudela a Bilbao. A través de ese proceso de concentración empresarial, la primera de ellas se erigiría en la empresa ferroviaria hegemónica de todo el Norte de España.

Terminada la Guerra Civil y en una época marcada todavía por el ferrocarril como instrumento de cohesión y desarrollo social e industrial, Miranda de Ebro seguiría constituyendo un núcleo ferroviario por excelencia, a cuyo alrededor se movería gran parte de la vida social y laboral del conjunto de sus habitantes.

Así, pues, no es de extrañar que el importantísimo papel histórico jugado por la ciudad en ese contexto tan íntimamente ligado al ferrocarril conduzca a una determinada realidad.

Realidad basada en que para sus habitantes y para cuantos pasaron por este importante enclave ferroviario a lo largo de más de siglo y medio, la propia ciudad y el conjunto de su zona de influencia haya tenido y tenga unas reminiscencias y unos recuerdos personales hondamente marcados.

Por tan singulares circunstancias, si de algo no cabe duda es de que nada puede resultar más adecuado que el hecho de que sea ese propio entorno geográfico el que finamente acoja una iniciativa cultural que rescate y ponga en valor cuanto ha supuesto una trayectoria histórica de tan señaladas características ferroviarias.

En virtud de todo ello, es en Ircio (pedanía de Miranda), donde al día de hoy se ubica el enclave cultural destinado a rendir tributo a ese devenir histórico tan hondamente ferroviario. Es en dicha localidad burgalesa donde se encuentra la sede del Museo del Ferrocarril III Generaciones.

EL ÉXITO DE UNA PROLONGADA APUESTA FAMILIAR

Fue en el lejano año de 1984 cuando Julio García Ruiz, ferroviario de profesión y larga trayectoria, regalaba a su  hijo, Julio Armando García Mendoza, su colección personal de carácter ferroviario. Colección formada por libros, revistas, fotografías, faroles, miniaturas, etc. En total, unas cuarenta o cincuenta piezas.

Nadie podía imaginar en aquel momento que ese significativo regalo, hecho con ocasión del matrimonio del joven Julio, iba a constituir ni más ni menos que el germen de una de las colecciones de elementos ferroviarios más importantes de España.

A partir de ese mismo momento, y sin otro marco que el modesto espacio de una de las habitaciones de la vivienda familiar, la colección  fue aumentando progresivamente mediante la adquisición de elementos diversos a través de anticuarios, ferias, mercadillos, regalos, etc.

La habitación hasta entonces empleada pronto se convirtió en del todo insuficiente, siendo necesario el trasladar dicha dependencia o, incluso, adquirir un local al efecto. Los 60 m2 de superficie con que contaba aquel primer local, si bien parecían en un principio suficientes para alcanzar cualquier objetivo, se habían terminado revelando totalmente escasos.

En tales circunstancias, y dado el entusiasmo con que continuaba la preservación de todo tipo de piezas que hoy forman parte de la colección, se decidió adquirir el actual local que acoge al día de hoy tan especial colección, con la decidida voluntad de que fuera en él donde terminara alumbrándose un auténtico museo.

Desde que su promotor comenzó a ampliar la primitiva colección, tenía clara la decisión de dar al futuro museo el nombre de Museo del Ferrocarril III Generaciones. Y ello para hacer presente ante propios y extraños el esfuerzo familiar que había presidido y hecho posible, a lo largo de los años, esta ambiciosa iniciativa cultural.

En primer lugar, en honor a la memoria de Julio García Ruiz, quien promovió en su hijo el amor por el ferrocarril. En segundo, en referencia a éste, depositario y gestor actual de este singular legado en calidad de segunda generación.

Pero también en relación a un tercero, dada la presencia en el escenario de Rodrigo, hijo y nieto de los anteriores, a quien su padre desearía ver un día al frente de la colección, como digno sucesor, en representación de la familia García-Dulanto, del valioso legado ferroviario que en su momento recibirá.

Llegados a este punto, fue en el año 2020 cuando se adoptó la definitiva decisión familiar de construir un edificio al efecto en la citada localidad de Ircio. Podrían albergarse así, de una vez por todas, los más de 15.000 elementos con que cuenta el Museo, divididos en diferentes piezas de todo tipo. El éxito final de tan prolongada apuesta, quedaba finalmente despejado.

UN PERÍODO DE GESTACIÓN NO EXENTO DE BRILLANTES HITOS

En cualquier caso, los promotores del Museo del Ferrocarril III Generaciones no se han dedicado en exclusiva y durante estos largos años a incrementar progresivamente la colección ferroviaria.

Bien al contrario, han realizado un gran número de actividades de diversa índole en el campo de la dinamización cultural en torno al ferrocarril.

Muestra importante de tal actividad han sido las varias “semanas” dedicadas al devenir de este medio de transporte terrestre.

Una de ellas, por ejemplo, fue la denominada Semana Cultural Ferroviaria de Miranda de Ebro, memorial «Julio García Ruiz«, a la que asistieron ponentes de gran renombre nacional como Ángel Maestro, Fernando Fernández Sanz y otros muchos expertos ferroviarios.

A lo largo de estas intensas jornadas de varios días, tuvo lugar, incluso, la intervención de algún ponente de carácter internacional, que fue muy bien acogido por el público y que despertó el lógico interés de los medios de comunicación.

En el transcurso de estas «semanas» se promovieron igualmente diferentes exposiciones de variada temática. Varias de ellas de fotografía (artística y técnica), aunque también de pintura, objetos diversos, cómics, etc., siempre íntimamente relacionadas con el ámbito ferroviario y su evolución en el tiempo.

Por otra parte, y dentro de la actividad tendente a promover la difusión de la honda y dilatada trayectoria histórica de Miranda, se ha procedido a la edición de dos importantes obras.

Una de ellas, aparecida en el año 2010, titulada El Nudo Ferroviario de Miranda de Ebro. Consta la obra de 200 páginas ilustradas a color. Tamaño 17 x 24.

Otra, en el año 2012, titulada 150 Años de Ferrocarril en Miranda. Consta ésta otra de 207 páginas ilustradas a color. Tamaño 27 x 21.

En cualquier caso, el que ha venido a ser el Museo del Ferrocarril III Generaciones como tal, no solo se ha dedicado durante estos largos años a coleccionar piezas ferroviarias. También ha realizado un gran número de actividades de dinamización cultural en torno al ferrocarril.

Sin embargo, la actividad estrella fue la organización del 150 aniversario del ferrocarril en Miranda. No en vano, esta efeméride giraba en torno a un hecho histórico capital para la ciudad, cual era la llegada a la misma del medio de transporte en base al que ha configurado su actual realidad.

En torno a esta señalada conmemoración tuvieron lugar un sinnúmero de actividades de diferente índole que se prolongaron a lo largo del período que fue del mes de marzo de 2012 al de octubre de aquel mismo año. Conferencias, exposiciones, charlas radiofónicas, debates, visitas, etc., jalonaron sin cesar aquel período.

Todos y cada uno de los meses contaron con diferentes actividades ferroviarias. Muchas de ellas incluyendo la destacada participación de señaladas autoridades públicas, tanto de carácter local como provincial.

No obstante, y sin ninguna duda, la actividad por excelencia que, dada su espectacularidad, acabó congregando a multitudes de todo carácter y muy dignas de mención, fue la organización de los trenes conmemorativos especiales que se pusieron en circulación en el mes de abril.

La mayor singularidad de dichos convoyes fue la de estar compuestos por antiguos coches de caja de madera (retirados de la circulación en 1970). Se trataba, concretamente, de históricos coches tipo «Costa», con plataformas abiertas en los extremos, pertenecientes en su día a la antigua Compañía de los Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y a Alicante (MZA).

Dichos convoyes conmemorativos (dos de ida y dos de vuelta) fueron remolcados entre Miranda de Ebro y Alsasua (y viceversa) por una elegante y llamativa locomotora de vapor (RENFE 140-2054), los días 13 y 14 de abril de aquel año.